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365 leoneses | Andrea Fernández, ingeniera

"Mi madre me enseñó a cuidar de los demás y a estar disponible en cada momento de la vida"

A sus 23 años, Andrea Fernández construye su vida y su vocación siguiendo el ejemplo de su madre: un modelo de amor, entrega y disponibilidad que la guían cada día, enseñándole a cuidar de los demás, acompañar y vivir con presencia
Andrea Fernández junto a su madre.
Andrea Fernández junto a su madre.

A veces la vida golpea de una forma inexplicable. Para Andrea Fernández, esos momentos han estado marcados por la pérdida de su madre, pero también por todo lo que aprendió de ella. “Mi historia está tan ligada a la de mi madre que no puedo contar una sin la otra”, confiesa.

Andrea tiene 23 años y una vida que transcurre entre la precisión de los números y el cuidado de las personas. Su vida no comienza en una universidad ni en una asociación juvenil, sino mucho antes, en una casa donde el amor se expresaba en los gestos cotidianos y donde cuidar era algo natural, casi instintivo.

Creció en Maristas, un entorno que recuerda como un lugar seguro, lleno de rostros y nombres que todavía la acompañan. “Toda mi infancia estudié allí y crecí muy abrazada por todas las personas que forman el colegio”, cuenta. Entre clases, patios y rutinas fue construyendo una base firme, sostenida por una familia muy presente y por una forma de educar donde lo humano tenía tanto peso como lo académico.

Vocación y aprendizaje

Andrea estudió Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de León y, tras finalizar el grado, cursó el Máster Universitario de Formación del Profesorado en la especialidad de Matemáticas. La exigencia, la constancia y el esfuerzo nunca le resultaron ajenos. “Con su ejemplo en el trabajo, mi madre me dio la constancia, el esfuerzo y la comunicación que hoy vivo como algo fundamental en mi vida”, explica. Arquitecta de profesión, su madre fue también un referente silencioso, alguien que enseñaba sin necesidad de dar lecciones.

MarCha, un espacio de luz

Si hay un lugar donde la historia de Andrea adquiere un significado especial es en MarCha, la asociación juvenil a la que llegó siendo una niña de primero de la ESO. Hoy es monitora y coordinadora, y sigue encontrando allí un espacio que da sentido a su día a día. “Es algo que llena mi vida de mucha luz”, dice.

MarCha fue también un punto de encuentro profundo entre madre e hija. Compartieron tiempo, vocación y presencia. “Ahí la vi disfrutar como no lo había hecho en muchos años”, recuerda Andrea. Verla implicada, cercana y entregada a los niños y jóvenes fue una lección sin palabras, una forma de estar que se quedó grabada para siempre.

Una presencia constante

Hablar de su madre es hablar de alguien siempre presente. “Siempre llegaba a todo, y siempre desde el amor y el cariño”. En casa, en el trabajo y con los amigos. De ella aprendió el cuidado de los detalles, la atención sincera y las ganas de construir relaciones profundas, de las que se sostienen con el tiempo. También heredó una forma abierta de mirar la vida. “Creo que me ha aportado tener el sí en la boca para no perderme ninguna experiencia”.

Aprender en los momentos más difíciles

La enfermedad marcó una etapa decisiva. Su madre falleció a causa de un cáncer de mama a comienzos de este año y, durante esos meses, Andrea ha apredido una forma de estar en la vida que hoy la acompaña. “Nunca hubo una mala cara, ningún desánimo. Siempre nos cuidó incluso cuando más malita estaba”.

De ese tiempo se lleva una enseñanza clara: “Ella me enseñó que nada es para tanto, que al final todo da igual excepto cuánto quieras a los demás”. También aprendió a valorar los gestos pequeños y el trabajo silencioso. Andrea recuerda con especial agradecimiento al personal del Hospital de León, cuya vocación y cercanía marcaron aquel proceso.

Disponible para el mundo

En MarCha, cuando alguien pregunta por su madre, hay una palabra que se repite: disponible. Andrea ha hecho de ese concepto una forma de vida. “Estoy disponible para todo el mundo, para lo que sea, como sea y cuando sea”, afirma. No como una obligación, sino como una elección consciente. “Es el ejemplo que me dio mi madre y la bandera con la que quiero salir al mundo”.

Un legado que continúa

La historia de Andrea está atravesada por la pérdida, pero también por una herencia profunda: saber cuidar, estar y amar sin medida. En cada aula, en cada actividad de MarCha y en cada relación que cultiva, sigue poniendo en práctica lo que recibió.

Hay vidas que no se apagan del todo. Se transforman en manera de vivir. Y en Andrea, esa presencia sigue muy viva.