El tiempo

¿Qué está buscando? "Pilas, linternas, velas y camping gas"

El reloj de la Plaza de Santo Domingo se detuvo poco después de las doce y media del mediodía y a medida que avanzaban las horas, la ciudad se sumía en un ambiente de incertidumbre
Un grupo de personas se apresura a coger bombonas de gas en una gasolinera.
Un grupo de personas se apresura a coger bombonas de gas en una gasolinera.


El reloj de la Plaza de Santo Domingo se detuvo poco después de las doce y media del mediodía. A medida que avanzaban las horas, la ciudad se sumía en un ambiente de incertidumbre: dudas en la calle, falta de información y una evidente sensación de desconcierto. Sin embargo, a plena luz del día, algunos establecimientos todavía conseguían ofrecer servicio a quienes, empujados por el apagón, salieron en busca de productos de primera necesidad. Velas, pilas, camping gas y, sobre todo, alimentos no perecederos, se convirtieron en los artículos más demandados.

La caída generalizada del suministro eléctrico dejó fuera de servicio los datáfonos, por lo que muchos negocios tuvieron que cerrar temporalmente. En la plaza de Guzmán, una dependienta de un kiosco avisaba a los transeúntes de que seguía atendiendo, pero únicamente con pagos en efectivo. También un poco más adelante, en un bazar cercano, se improvisó una venta de emergencia de velas, pilas y baterías externas. A las puertas, un cliente preocupado confesaba que, al no tener ya conexión en el móvil ni acceso a internet, pensaba recuperar un viejo transistor para poder seguir la actualidad a través de la radio.

El bazar

En el interior del bazar, la imagen era clara: rostros de preocupación, clientes eligiendo velas de todos los tamaños y baterías para mantener funcionando linternas y radios antiguas. Se respiraba nerviosismo e incluso teorías sobre el origen del corte eléctrico. "Esto tiene pinta de ser un sabotaje", opinaba una mujer mientras llenaba su cesta de provisiones.

Los supermercados de la ciudad, al igual que los bancos y muchos otros comercios, cerraron al no poder garantizar los servicios básicos de venta. En cambio, los pequeños ultramarinos y tiendas de barrio se convirtieron en un punto de referencia. En las panaderías del centro, las colas eran largas y la voz de alarma corría de boca en boca: "Se ha agotado el pan", comentaban a eso de las 14:30 horas quienes todavía aguardaban para hacerse con cualquier producto disponible.

La movilidad

La movilidad se vio seriamente afectada. Con los semáforos apagados en León, la circulación en las principales avenidas, como José Aguado o Gran Vía de San Marcos, se volvió caótica. Mientras tanto, los trenes quedaron paralizados, dejando a numerosos pasajeros varados sin opciones claras de traslado. La estación de autobuses, aunque operativa, sufría graves problemas: sin sistemas informáticos, no era posible vender billetes ni ofrecer información fiable sobre los servicios disponibles.

La situación en la calle era crítica. Policía Local, Bomberos y Protección Civil se desplegaron en varios puntos de la ciudad para atender incidencias, con prioridad en rescatar a ciudadanos atrapados en ascensores. Además, muchos edificios, cuyos portales funcionan con mecanismos eléctricos, dejaron encerrados a residentes fuera de sus viviendas. Fue el caso, por ejemplo, de un bloque en la calle Álvaro López Núñez, donde los vecinos tuvieron que esperar varias horas hasta recuperar el acceso a sus hogares.

Farmacias

En las farmacias del centro, también se vivió una situación complicada. En una de ellas, en la avenida Ordoño II, el farmacéutico relataba que, ante la imposibilidad de verificar electrónicamente las recetas, recurrieron al método tradicional aunque finalmente el sistema no pudo avanzar. 

Los cobros, cuando no había efectivo, se posponían mediante apuntes manuales para solucionar el pago más adelante. "Lo importante hoy es que todo el mundo esté bien", resumía con serenidad.

El apagón en León dejó claro que, en momentos de crisis, la red de pequeños comercios y la solidaridad improvisada siguen siendo claves para mantener el pulso de la ciudad.