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romería de San Froilán

San Froilán: el perdón a 15 euros

La fe y la tradición que llenan de vida La Virgen del Camino | Más de 60.000 personas acompañan al patrón de León en una romería que une historia, devoción y sabor popular

La imagen es la de siempre, la que se repite cada 5 de octubre desde hace más de medio milenio: miles de romeros caminando hacia La Virgen del Camino, entre gaitas, tambores y pendones que ondean al viento. La festividad de San Froilán, patrón de la diócesis leonesa, ha vuelto a demostrar este año que la fe y las tradiciones siguen más vivas que nunca.

Bajo un cielo benévolo y con un ambiente festivo, más de 60.000 personas han participado en una jornada que es tanto religiosa como costumbrista. Desde primera hora, los romeros vestidos con trajes típicos han subido por la cuesta que hoy arranca en el aparcamiento del E.Leclerc y culmina en la Basílica de la Virgen del Camino, templo que este año celebra además su condición de Jubilar.

Una marea de pendones y romeros

El momento más visual de la romería ha sido, como cada año, la llegada de los pendones. En total, 257 pendones y pendonetas procedentes de 197 pueblos de la provincia, acompañados por seis invitados de Palencia, han llenado de color el recorrido hasta la basílica.
Cada pendón, sostenido con esfuerzo y orgullo por mozos y mozas, representa la memoria colectiva de los pueblos leoneses, su historia y su identidad. Una marea de telas, símbolos y fuerza cazurra que ha vuelto a emocionar a propios y visitantes.

A las puertas del santuario se ha celebrado la misa solemne presidida por el obispo de León, Luis Ángel de las Heras, con la presencia de autoridades locales y provinciales. No faltaron los ayuntamientos del Voto —Valdefresno y Villaturiel—, junto con los representantes de León y Valverde de la Virgen, anfitrión de la fiesta.

El mercado del perdón: avellanas a precio de oro

Si hay un sonido inseparable de San Froilán es el del pregón de los vendedores de avellanas, los famosos “perdones”. Este año, el precio ha sido motivo de comentario entre los asistentes:
en algunos puestos, el kilo ha alcanzado los 20 euros, mientras que en la mayoría se vendía a 15 euros el kilo o 8 el medio kilo.
Una tradición que tiene siglos de historia y un origen sentimental: antiguamente, los mozos regalaban las avellanas a sus novias como símbolo de reconciliación por no haber acudido con ellas a la fiesta.

Junto a las avellanas, los puestos de morcilla, chorizo, miel, pulpo y artesanía leonesa dieron sabor y color al gran mercado tradicional que rodea el santuario, donde también se mezclan las gaitas con los aromas del Bierzo y las sonrisas de quienes celebran la vida.

El rito de tocar la nariz del Santo

Ningún 5 de octubre está completo sin pasar por la escultura de San Froilán —obra del escultor Josep Maria Subirachs— para tocarle tres veces la nariz y pedir un deseo o una bendición.

El gesto, repetido miles de veces cada año, ha convertido el bronce en un dorado brillante, testigo del fervor de generaciones de leoneses. “Si no le tocas la nariz, el año no empieza igual”, comentaba una vecina de San Andrés entre risas.

También se repitió el beso al manto de la Virgen, otro de los momentos más emotivos de la jornada, junto con los bailes tradicionales, los carros engalanados y la música de dulzainas que acompañan al patrón de León.

Una fe que camina y no se detiene

La Romería de San Froilán no es sólo una celebración religiosa: es un acto de identidad colectiva, un reflejo del orgullo de un pueblo que no olvida sus raíces.
Desde la Edad Media hasta hoy, miles de leoneses siguen recorriendo ese camino simbólico que une la ciudad con su patrona, en una cita que, año tras año, refuerza el sentimiento de pertenencia a una tierra que se reconoce en su historia, su fe y su gente.

Y cuando el sol cae sobre la basílica y suenan las últimas gaitas, La Virgen del Camino vuelve a ser lo que ha sido siempre: el corazón espiritual de León, donde tradición y devoción se funden para recordar que hay costumbres que, por mucho que pase el tiempo, no entienden de olvido.