'Lavado de cara' para el edificio del Banco Santander en Ordoño II
Desde esta semana, el emblemático edificio del Banco Santander en León, situado en el número 10 de la calle Ordoño II, ha vuelto a quedar envuelto en andamiaje como parte de una nueva intervención de restauración, tanto en su fachada como en el interior del inmueble.
Se trata de una estructura destinada a favorecer un doble objetivo de intervención: recuperar su valor arquitectónico original y adaptar el interior a usos más funcionales y contemporáneos.
Tras las obras acometidos en los últimos años en la techumbre y la planta superior, centradas en corregir problemas de filtraciones y humedades, ahora comienza una nueva fase que incide en su aspecto exterior, deteriorado por el paso del tiempo y la contaminación urbana, así como en el reacondicionamiento de los espacios interiores, donde está previsto renovar instalaciones y distribución.
Un superviviente de la arquitectura palaciega en Ordoño II
El edificio, propiedad del Banco Santander, es uno de los pocos palacetes urbanos que sobreviven en la avenida de Ordoño II, símbolo del ensanche burgués leonés del siglo XX. Construido en estilo ecléctico con influencias historicistas, se caracteriza por sus grandes ventanales, la simetría en la fachada y, sobre todo, por su torreón lateral, una estructura sobresaliente que se incorporó en la última gran reforma del inmueble, a finales del siglo pasado.
Durante décadas ha sido el epicentro oficinas bancarias, aunque su uso y ocupación han variado con el tiempo. Conservarlo se ha convertido en una prioridad urbanística para evitar que León pierda uno de los ejemplos más representativos de su arquitectura urbana de transición entre los siglos XIX y XX.
Ordoño II, eje de memoria y transformación
Ordoño II, uno de los ejes principales del ensanche leonés, fue durante el siglo XX un centro de actividad bancaria, comercial y residencial. La progresiva demolición de edificios históricos en las últimas décadas ha hecho que inmuebles como el del Banco Santander adquieran un valor simbólico añadido, como testigos de la evolución arquitectónica y social de la ciudad.