"Siempre he querido ser cantante, por encima de cualquier cosa"

Por momentos, cuando Patricia Crespo Barreiro se sube al escenario, no es solo una cantante más de orquesta. Es una embajadora de su tierra, una voz que lleva a León en el corazón a cada rincón donde la música la reclama. Desde Villa de Soto, un pequeño pueblo leonés, hasta Benavente, Aranda de Duero o Galicia, su historia es la de una artista que ha hecho de la música su vida, sin olvidar nunca sus raíces.
"Nací en León. A mí León me encanta. Siempre hablo bien de la ciudad y yo siempre me siento muy de aquí", dice Patricia con orgullo. Y no es una frase hecha: a donde va, lo deja claro. Su historia se parece a tantas que surgen desde lo pequeño, lo íntimo, lo familiar, pero que se abren paso con determinación.
Una infancia afinada con música
"Mi infancia la describiría como perfecta", recuerda Patricia. En su hogar, la música no era un hobby, era el idioma de cada día. "Mi padre canta genial, y en casa siempre hemos tenido un karaoke. Hacíamos fiestas familiares y él me ayudaba mucho a cantar desde pequeña". Ese acompañamiento paterno, sumado al amor por la música de toda su familia, fue el primer impulso: "El tener a alguien con tanto gusto musical te lo facilita todo".
Con solo 12 años, tuvo su primera guitarra. Más adelante llegaron el ukelele, el piano y las canciones propias. A los 16, ya escribía y grababa en el estudio de su prima Deyanira. El camino era claro: "Siempre he querido ser cantante, por encima de cualquier cosa".
El salto a los escenarios
Su primer gran paso llegó a los 18 años, cuando entró en la Orquesta Ipanema del Bierzo. "Fue un impulso increíble. Aprendes muchísimo, coges tablas con el público, te sueltas en el escenario", recuerda. En paralelo, intentó una carrera universitaria en Filología Inglesa, pero no encajaba: "Estaba en ese momento vital de replantearte qué quieres ser, y lo dejé. Ahora solo me dedico a cantar".
Después de dos años con Ipanema, ahora, a sus 22, vive su segunda temporada en Malibú Show, una formación de 20 artistas que recorren pueblos con una energía arrolladora. Patricia lo tiene claro: "Trabajar en una orquesta te enseña más que grabar en un estudio".
Orgullo y trabajo en carretera
Desde Benavente, donde pasa el verano, salen en furgoneta hacia los pueblos. "He tocado por casi toda España, menos el sur. Es mucho trabajo: llegar, maquillarte, montar el micro, hacer pruebas de sonido, y luego salir con todo el ánimo a escena". En agosto, el mes más duro, pueden actuar hasta 27 días de 31 que tiene el mes. "Detrás de una orquesta hay muchos ensayos, muchísimas horas. Hay que tenerle mucho cariño y gusto a la música para poder trabajar de esto".
Y, sin embargo, siente que no siempre se les valora como se debería: "Se nos trata como si estuviéramos de fiesta. Pero no estamos de fiesta, estamos trabajando. Nos tiran cosas, nos dicen cosas feas, como si por no salir en la radio valiésemos menos". Por eso lanza un mensaje claro: "Somos artistas. Merecemos respeto".
Un vínculo con León que nunca se rompe
Aunque ahora actúe más fuera que dentro, cada vez que vuelve a León lo vive con emoción: "Cada vez que venimos es un orgullo. Me encanta venir a mi tierra. Por ejemplo, tocamos el 7 de junio en Vilecha, muy cerca de mi pueblo. He ido mil veces allí de fiesta y me hace muchísima ilusión cantar allí".
Entre compañeras, referentes y aprendizajes
Patricia no ha estudiado música formalmente. Todo lo ha aprendido sola: "Nunca he ido a clases de guitarra ni de canto. Soy autodidacta". Su mayor apoyo en todo este camino ha sido Sheila, su actual compañera en Malibú: "La considero como una hermana. He aprendido muchísimo de ella. Y también me considero su fan".
Pero si hay dos personas que siempre estarán en su podio, son su padre y su hermana. "Mi padre es un fiera, canta increíble. Siempre quise cantar como él. Y mi hermana, cantábamos juntas, hacíamos voces. Esos pequeños momentos son los que impulsan".
Desafíos, miedo escénico y fortaleza
Aunque hoy se muestra segura sobre el escenario, no siempre fue así. "Me daba vergüenza cantar delante de la gente. Lo que más me costó fue superar ese miedo, el miedo a que te miren, a que te juzguen". El respeto, o la falta de él, ha sido uno de los retos más duros: "Hay gente que te insulta, se ríe de ti. Eso es lo peor de la verbena".
Aun así, no ha dejado que la derriben. "He aprendido que soy más fuerte de lo que pensaba. Este trabajo te exige fuerza física y mental. Nadie entiende lo que supone cantar cuatro horas cada noche, durante semanas, con frío, con calor, sin descansar bien".
La vida transformada por la música
La música lo ha cambiado todo para Patricia. "Disfruto mucho más de escuchar música. Ya no solo miro al cantante, también a los instrumentos. Cuanto más estoy rodeada de música, más enamorada estoy".
Y ese cambio va más allá del escenario: "Estar tanto tiempo fuera de casa me hace apreciar más a mi familia. Un día perfecto de descanso es en mi casa de León, con mis padres, mi hermana, Luis —la pareja de mi hermana— y mi novia Lucía. Me apoya muchísimo".
Más que cantar: emocionar
Su conexión con el público va más allá del espectáculo. "Me emociona cuando canto 'Son mis amigos' y veo a la gente abrazarse, cantar a gritos, disfrutar de verdad". Esa es la recompensa de todo el esfuerzo: "Sentir que todo el empeño, todas las ganas, han servido para algo".