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La última comida en la Venta de Getino

El emblemático restaurante leonés cerró este fin de semana entre emoción contenida, recuerdos y el adiós de generaciones de clientes fieles tras siglo y medio de existencia

La Montaña Central Leonesa perdió este fin de semana uno de sus grandes referentes gastronómicos. La Venta de Getino, con más de 150 años de trayectoria, cerró definitivamente sus puertas tras un último servicio marcado por la emoción de sus propietarios y el afecto de una clientela que ha llenado sus mesas durante décadas.

Un final anunciado, pero difícil

El cierre se produjo al término del servicio dominical, cuando Mirta Rodríguez y Carlos Fernández, actuales responsables del establecimiento, pusieron fin a una etapa vital y profesional iniciada hace más de cuatro décadas para ellos. La jubilación y la falta de relevo generacional precipitaron una decisión tan razonada como dolorosa, asumida con serenidad y una profunda carga sentimental.

Durante las últimas jornadas, el comedor registró una afluencia constante de vecinos, viajeros habituales y antiguos clientes que quisieron despedirse del lugar. Muchos acudieron expresamente para comer por última vez en una casa que había sido punto de encuentro familiar, parada obligada en la carretera y referencia culinaria de la provincia de León.

Más de un siglo junto al camino

El origen del establecimiento se remonta a finales del siglo XVIII, cuando Getino era conocido como enclave de ventas para caminantes, arrieros y ganaderos. A lo largo de su historia, el local fue conocido como Venta del Amparo y Casa Amador, nombres ligados a distintas etapas y familias que mantuvieron viva la actividad hostelera generación tras generación.

Carlos Fernández es descendiente directo de Amador Fernández, quien dio gran impulso al negocio en el siglo XX, mientras que Mirta Rodríguez llegó a la cocina en 1980, heredando el saber culinario de Adonina González Díez, conocida como Dona, figura clave en la consolidación del prestigio gastronómico del establecimiento hasta su fallecimiento en 2011.

Cocina sencilla convertida en seña de identidad

La Venta de Getino cimentó su fama en una carta breve, basada en recetas tradicionales y producto local. Platos de cuchara, carnes con patatas, arroces y tortillas caseras definieron una propuesta que apenas varió con el paso de los años. Durante décadas, las truchas del río y elaboraciones como la cecina de chivo atrajeron a comensales de toda la comarca y de fuera de ella.

Ese respeto por la cocina heredada convirtió al restaurante en un referente de autenticidad, ajeno a modas, donde la constancia y el oficio pesaban más que la innovación.

El adiós de una clientela fiel

El cierre no solo supone la desaparición de un negocio, sino también de un espacio social profundamente arraigado en la vida local. Familias enteras, transportistas, pescadores y excursionistas formaron parte de una clientela estable que, este fin de semana, quiso despedirse en persona.

Entre abrazos, silencios y gestos de agradecimiento, la última comida sirvió para confirmar que la Venta de Getino fue mucho más que un restaurante: fue memoria compartida, hospitalidad y tradición. Con la trapa bajada, queda el recuerdo de 150 años de historia que ya forman parte del patrimonio emocional de la Montaña Central Leonesa.