El tiempo
Reportaje

El reino burbujeante de León: cuando la provincia tuvo más de cien marcas de gaseosa

Durante gran parte del siglo XX, casi no hubo pueblo leonés sin su propia fábrica de gaseosas y refrescos | Marcas como Hobares, Zerep, La Pitusa o Anaical hicieron historia en botellas grabadas con orgullo local
gaseosa
Repartidores de 'La Flor del Órbigo' se toman un descanso antes de continuar con su ruta.

Antes de que los refrescos internacionales dominaran los supermercados, León fue un pequeño imperio de gaseosas. Desde mediados del siglo XX hasta los años 90, la provincia vivió su época más efervescente con más de un centenar de marcas locales que se consumían en cocinas, bares y celebraciones.

El refresco por excelencia era la gaseosa, una bebida sencilla y familiar que acompañaba comidas, mezclaba vinos y refrescaba los veranos. En cada comarca surgieron nombres propios: Hobares, Zerep, Kilim, La Pitusa, La Revoltosa, La Mansillesa, Love, Virgen de la Encina, Anaical o La Flor del Órbigo, entre muchos otros.

En los pueblos, las botellas se acumulaban junto a los toneles de vino, y las gaseosas competían en popularidad con productos básicos como el pan o la leche.

De Nueva York al Bierzo: el invento que conquistó León

La tecnología para gasificar agua nació a finales del siglo XVIII, pero fue el estadounidense John Matthews quien, en 1832, desarrolló la primera máquina que mezclaba agua con dióxido de carbono, origen de las bebidas carbonatadas.

Su éxito se extendió rápidamente por todo el mundo y en León encontró un terreno fértil. Familias enteras convirtieron la fabricación artesanal de gaseosas, sifones y refrescos en un negocio rentable y de identidad local.

En el Bierzo, el fenómeno alcanzó su mayor expresión, con unas 60 referencias diferentes entre municipios como Ponferrada, Fabero, Toreno, Bembibre o Vega de Espinareda. Marcas como Espumosos del Bierzo, Gaseosas Miramar, La Preferida o Productos Love fueron parte habitual de los hogares y bares de la comarca.

Botellas con historia: del vidrio verde a las serigrafías rojas

Hasta finales de los años 50, las gaseosas se envasaban en botellas de vidrio verde o transparente con relieves como único elemento decorativo. A partir de los años 60, una normativa estatal obligó a identificar al fabricante y su número de registro, lo que impulsó la aparición de botellas serigrafiadas.

gass
Una gaseosa de Hermanos Fernández, de Vega de Magaz, en una fotografía de 'Mures Foto'.

Los colores rojo, azul y blanco se convirtieron en los más utilizados para destacar los nombres de las marcas. Con el tiempo, muchas fábricas comenzaron a invertir en publicidad y diseño, e incluso algunas apostaron por estrategias de marketing más sofisticadas, como la empresa berciana Gaseosas Miramar, de Almagarinos, que utilizó la imagen de celebridades para promocionar sus productos.

De la Mansillesa a la Anaical: un mapa de burbujas provinciales

El auge de la gaseosa se extendió por toda la provincia. En León capital destacaron Hobares y la mítica Butano, mientras que en el Páramo y el Órbigo sobresalieron La Flor del Órbigo, La Calesera, Espumosos San Martín o La Mansillesa. En Riaño se fabricaba La Piconera; en Boñar, El Negrillón y La Flor del Porma; y en La Bañeza, La Virgen del Villar y La Espumosa.

En Villablino, la marca Anaical —nombre invertido de Laciana— y La Lacianiega alcanzaron una gran distribución, especialmente en la comarca del Bierzo.

Un legado que aún conserva burbujas

La mayoría de aquellas marcas forman hoy parte de la memoria colectiva. Algunas, como Zerep (Pérez al revés), han sobrevivido y se han adaptado a los nuevos tiempos con presencia incluso en mercados internacionales.

Otras perviven en colecciones privadas o en exposiciones como la del Complejo La Ribera, en Hospital de Órbigo, donde se exhiben antiguas botellas, etiquetas y carteles publicitarios.

Entre los expertos se considera que Gaseosas El Sil, fundada en Ponferrada por el conde francés Ángel Franesquí Vázquez, fue una de las pioneras en la provincia, ya a finales del siglo XIX.

Aquel universo de burbujas locales representó una época de ingenio, emprendimiento y orgullo leonés, un patrimonio popular que aún hoy conserva el brillo y la memoria de un tiempo en que las gaseosas eran símbolo de frescor y de identidad provincial.