"Gadajoyas, mi marca, me ha permitido diseñar mi mundo interior y plasmarlo en joyas"

El arte y los trabajos manuales siempre han sido una escapatoria mental para Raquel García, hasta llegar a convertirse en su oficio, primero trabajando en un taller de joyas para, finalmente, lanzarse a la aventura de crear su propia marca, Gadajoyas.
Pero la historia de Raquel empieza mucho antes, con una infancia maravillosa en la ciudad de León, tal como asegura. “Tengo mi pueblo, Verdiago, en la zona de montaña entre Cistierna y Riaño, un entorno precioso al que vuelvo todos los veranos y cada vez que puedo escaparme. Poder disfrutar de una zona así me ha hecho valorar mucho la naturaleza y, de hecho, una de mis aficiones a día de hoy es la montaña”, relata Raquel, que además añade, “también tuve la suerte de estar en una época en la zona de Babia, que también pues me parece un entorno maravilloso, precioso y que te aporta esa libertad”.

Infancia feliz y libre en León
“Soy del 92 y tuve la suerte de vivir una época en la que teníamos bastante libertad, recuerdo bajar al parque de Eras y estar toda la tarde con los amigos, hasta que llegaba la hora de marchar”, continúa Raquel acerca de su divertida infancia. También destaca sentir una conexión especial con la ciudad dado que “mi cumple es el 5 de octubre, que justo es San Froilán, algo que me chocó al salir de León, que al llegar mi cumple ya no era fiesta”.
Durante su etapa escolar en el colegio Quevedo, “con buenos amigos y practicando deportes como el baloncesto y el balonmano”, Raquel recuerda haber encontrado una de sus grandes pasiones, la pintura, “comencé a clases desde tercero o cuarto de primaria, primero carboncillo, luego acuarela, óleo, me ha gustado mucho y ha sido algo que siempre me ha servido un poco como de terapia”, asegura.

El arte como salida
Al finalizar la educación secundaria y teniendo en cuenta, tal como afirma Raquel, que nunca había sido la mejor estudiante, se da cuenta de que no servía para estar sentada en una mesa, sino que necesitaba algo más práctico, “hacer algo con las manos”. Así es como decidió hacer el bachillerato en la escuela de arte de León, lo que supuso para Raquel “un cambio bastante grande”. “Pasas de estar dando muchas materias que igual no te interesan tanto y cuando te enfocas en algo que te llama la atención, cuesta mucho menos esforzarte. Allí aprendí muchas cosas, en todos los sentidos, pero desde luego, en el sentido de mi arte, aprendí cómo mejorar”, explica.
Cuando se acercaba el final de esta nueva etapa educativa para Raquel, apareció la dispersión típica de una época en la que aún no tienes claro qué quieres hacer con tu vida. Pero pronto volvió con más ganas, apostando por estudiar un módulo. Y aunque en un primer momento había decidido matricularse en un grado de ebanistería en Palencia, al llegar al centro a inscribirse, “recuerdo que en la entrada había una exhibición de piezas de los proyectos que habían hecho otros alumnos otros años y había cosas de joyería. Y al acercarme a la secretaria, le dije: “Oye, ¿me puedo apuntar a joyería en vez de al de ebanistería?”, y así fue como, sin darme cuenta, cambió mi vida”.

Palencia, su nuevo hogar y la joyería, su nueva pasión
Raquel dejó su León natal, la casa de sus padres y la vida que conocía hasta aquel entonces para mudarse a un piso ella sola y empezar el grado medio en Palencia. “La ciudad es parecida a León, en el sentido de que era una ciudad pequeña, totalmente accesible, pero yo como leonesa, y encima joven, noté que faltaba fiesta y ambiente, y me faltaban montañas. Entonces, como estaba cerca, volvía todos los fines de semana”, cuenta Raquel.
De sus estudios de joyería, asegura haber aprendido mucho y haber descubierto que quería dedicarse a ello de una manera profesional, por lo que decidió que intentaría sacar el máximo provecho a lo que le podían ofrecer en el módulo. Tal fue su satisfacción que, al terminal el grado medio, Raquel decidió que quería seguir aprendiendo sobre joyería, en esta ocasión en un grado superior en la escuela de arte de puente San Miguel, en Cantabria, más enfocado en diseño de joyería.
Diseño de joyas en Cantabria
Una nueva ciudad, un nuevo comienzo y muchas cosas que aprender. Algo que Raquel volvió a aprovechar al máximo y es que, tal como expone, “me concedieron un premio al mejor proyecto de grado superior de Cantabria y me dieron la posibilidad de hacer prácticas en la mejor joyería de Santander”. Fue una experiencia enriquecedora para una joven a la que le apasionaba la joyería, en la que aprendió mucho y que le dio una nueva oportunidad. Y es que, meses después, cuando Raquel ya había vuelto a León, recibió una llamada de esta misma joyería para empezar a trabajar de manera oficial con ellos.
Raquel se mudó a Santander y comenzó un periplo de cinco años en el que trabajó como secadora de fuego de la joyería, aprendiendo el oficio y cómo funcionaba un taller. Una gran experiencia, con grandes maestros, con los que relata haber podido trabajar con piezas de alta joyería, muy exclusivas, “ves piezas muy intrincadas, trabajos artesanos increíbles y aprendí muchísimo en esa época”, relata.

Gadajoyas, su creación
Pero al cumplir los 30 años, Raquel se da cuenta de que su etapa de trabajo dentro del taller había acabado, “quería empezar algo por mi cuenta y fue cuando, con la ayuda de mi hermana Patricia, comencé a montar la marca Gadajoyas”. Raquel continúa relatando aquella importante decisión: “Vivo en una aldea en mitad de la nada, en los Valles Pasiegos. Y aquí es donde decidí comenzar mi proyecto, que es una marca de joyería artesana totalmente hecha por mí, diseñada por mí. Mis piezas están hechas en plata de ley en oro de 18 quilates y me ha permitido explorar las formas de joyería que a mí me gustan, diseñar mi mundo interior y plasmarlo en joyas, estilos diferentes, todo aplicado, todo con la referencia de lo que yo aprendí en la joyería. Entonces, trabajo con métodos clásicos de joyería, pero con diseños un poco actualizados”, explica de una experiencia que, “está siendo difícil, pero muy gratificante”.

"Cuando vives fuera, valoras más León"
Pero a pesar de haber encontrado su hueco en la naturaleza cántabra, Raquel, siempre que puede, regresa a León y asegura que, “cuando vives fuera, valoras mucho más la ciudad”. Y es que, siempre regresa con las mismas ganas de disfrutar, “el salir a tapeo con mis padres los domingos o los fines de semana, ir a tomar el butano y las tapas y ese ambiente que se respira en la ciudad de León. Ahora que ha sido Semana Santa, llegar y tomar unas limonadas, quedar con mi gente, disfrutar en una terraza aunque haga frío, me da igual. Siempre que voy es a disfrutar”.
También, al volver a sus orígenes, vuelve en busca de una de sus grandes pasiones, la montaña leonesa. “Me encanta ir a León a escalar, en la zona de mi pueblo, de Maraña, y también en la de Vegacervera. Tenemos unas montañas espectaculares y hay que valorarlas, ponerlas en valor, disfrutarlas y cuidarlas”. Y eso ha hecho Raquel, llegando a dedicar una colección de joyas a la escalada.

Lejos, pero siempre cerca. Con León en su corazón y también en sus manos, como fuente de inspiración para algunas de sus increíbles piezas. Raquel García ha convertido su sueño en realidad, plasmando sus inquietudes en icónicas joyas. Su marca, Gadajoyas, una muestra de lo que es Raquel, naturaleza, montaña, pero también ciudad y disfrute. Y lo más importante, mucho mimo por lo que hace y mucha pasión.