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El último adiós a Cacha

Cientos de personas acuden a la capilla ardiente del periodista Manuel Carlos Cachafeiro fallecido de forma repentina en Ponferrada

En la sala '10' del tanatorio de Eras de Renueva el dolor, y los recuerdos, se hacían compañía. Hasta allí acudieron este martes cientos de leoneses, amigos, compañeros, autoridades, representantes de instituciones...

Todos, con un único sentimiento: sumarse al dolor y el reconocimiento en la memoria de quien fue un tipo formidable: Manuel C. Cachafeiro.

El libro de condolencias, al fondo de un escritorio repleto de ausencias, se quedó pequeño para tantas palabras de dolor, consuelo y memoria compartida.

"Te vas y nos queda tu compañía, que nos arropará siempre", decían. "Nos volveremos a ver", también se podía leer. 

Chacha deja lo que fue, un buen compañero, un buen amigo, cómplice desde el silencio, discreto y entusiasta de la vida, de las vidas.

Irrepetible

Nadie quiso ausentarse, quizá porque todos, de la mano, querían sobrellevar el dolor de un adiós por sorpresa.

Era distinto. Tenía algo que lo hacía irrepetible. En lo personal, en lo profesional. Brillaba sin necesidad de brillar, con una luz propia que no necesitaba focos. Discreto, sosegado, afectuoso. De esos que entienden la vida sin hacer ruido. 

Cacha, Manuel Carlos Cachafeiro, caminaba con paso sereno por la ciudad, por la montaña, por los mercadillos de antigüedades. A su lado, todo parecía más interesante. Era un conversador con perspectiva, un observador con alma. No quedan muchos.

Creció en una tierra dura, marcada por la mina. Y eso dejó huella. La resistencia, la honestidad, la cercanía a lo esencial. La Robla y la cuenca minera le forjaron el carácter. En casa se hablaba del tajo, de la galería, de lo que cuesta ganarse el pan a golpe de barreno. Y eso, de alguna forma, se coló en su manera de mirar el mundo.

La minería

Quienes lo conocían sabían de su sensibilidad con el mundo minero. No era ajeno al dolor de cada accidente, al vacío que deja cada cierre, a la incertidumbre que pesa sobre tantos pueblos de la montaña. Le dolían esas historias. Las contaba con respeto.

Manuel era muchas cosas a la vez. Padre entregado a Isaac y Cayetana, siempre presente, siempre orgulloso. Hijo atento de Amparo, con quien compartía casa y cuidados. Su padre, al que recordaba con frecuencia, habría querido que en su despedida sonara el himno de los mineros.

El periodismo

Y luego estaba el oficio, el periodismo. Lo abrazó siendo adolescente. Empezó desde abajo, como corresponsal, y nunca perdió ese entusiasmo del que empieza. 

Firmó crónicas taurinas con estilo y rigor, se adentró en el mundo del arte con obras que atrapaban la esencia de lo que veía y coleccionó objetos con historia, piezas únicas que hablaban de su sensibilidad y curiosidad inagotables.

De hecho, su belén napolitano —una joya de coleccionismo que expuso en Navidad en Ponferrada— hablaba tanto de su amor por lo bello como de su dedicación paciente. Su mirada periodística era igual: descubría lo que otros no veían, lo contaba con sencillez y profundidad.

Apasionado

Ingeniero de formación, encontró en el periodismo su verdadera vocación. Se formó, se especializó, participó en debates y organizó encuentros. En el Diario de León desempeñó múltiples responsabilidades: fue delegado del Bierzo, dirigió suplementos, lideró equipos. Pero también dejó huella en otros medios, como La Crónica de León o la revista de estomatólogos de Canarias. Era inquieto, tenaz, apasionado.

Su trabajo fue reconocido con premios, como el Cossío y otras distinciones del gremio. Pero más allá de los galardones, quienes trabajaron con él lo recuerdan como un compañero generoso, como alguien con quien compartir mesa de redacción o confidencias sin miedo.

Vivía con intensidad también fuera del periódico. La Semana Santa le emocionaba. El Cristo de los Balderas era parte de su tradición, una pasión que compartía con su hijo. Y en su barrio, San Isidoro, era una figura cercana. Se le veía en los bares, en los portales, con su copa corta y su charla larga.

Todo junto, y mucho más, era Cacha. El periodista, el padre, el amigo, el cómplice...