La muerte del río Yuso: "Se acabaron las truchas, las nutrias y los desmanes ibéricos"
El río Yuso, en la provincia de León, lleva días descendiendo “negro como el carbón”. La corriente, que recorre Tierra de la Reina, pasando por Boca de Huérgano para desembocar en el embalse de Riaño, deja tras de sí un escenario de colapso ecológico.
La acumulación de restos procedentes de las laderas quemadas, arrastrados río abajo tras las primeras lluvias intensas, ha provocado que el agua circule turbia, oscura y sin apenas oxígeno, un escenario desolador.
La fauna, desaparecida en un tramo devastado
El impacto sobre la vida del río ha sido inmediato. Según confirma el alcalde de Maraña, Omar Rodríguez Bulnes, la fauna fluvial ha desaparecido en el tramo afectado. “Ya no hay truchas en el río, ni hay nutrias. Los desmanes ibéricos han desaparecido”, reconoce el regidor, que describe la situación como un desastre ecológico que afectará durante años a la recuperación del ecosistema.
El oscurecimiento del agua y la saturación del fondo fluvial por sedimentos finos provocan asfixia en peces, macroinvertebrados y microrganismos esenciales para la cadena trófica. Técnicos consultados explican que, tras incendios de alta intensidad, es habitual que los arrastres repentinos transformen temporalmente la morfología de los cauces y eliminen hábitats completos.
Un daño que tardará en revertirse
En palabras del propio alcalde, “recuperarse de esta desgracia ecológica llevará años”. Rodríguez Bulnes recuerda que el incendio del Valle de la Reina ya dejó una superficie arrasada y que ahora “llegan las consecuencias” tardías sobre el territorio: la pérdida masiva de suelo fértil, el colapso de barrancos y la llegada al río de un volumen de ceniza que actúa como un tapón biológico para el ecosistema.
Hasta ahora, la situación apenas había trascendido más allá de los municipios de alta montaña afectados. Sin embargo, el avance de las aguas ennegrecidas hacia el Esla ha encendido las alertas de colectivos de pesca y entidades conservacionistas, que reclaman una evaluación técnica urgente y medidas preventivas para evitar nuevos arrastres con futuros episodios de lluvia.
El Yuso, un río de montaña habitualmente claro y frío, se ha convertido temporalmente en un cauce sombrío donde la vida “ha quedado reducida a cenizas”. La recuperación, advierten los responsables locales, exigirá vigilancia, restauración de laderas y tiempo para que el ecosistema vuelva a encontrar equilibrio.