El tiempo
Minería

Treinta años de la tragedia en el pozo Nicolasa: la herida abierta de la minería que revive en Cerredo

En 1995, catorce mineros murieron en Mieres; este mismo año, cinco leoneses perdieron la vida en la mina asturiana de Cerredo
Equipos de rescate sacan a uno de los fallecidos en el pozo Nicolasa. Este domingo se cumplen tres décadas de aquella tragedia.
Equipos de rescate sacan a uno de los fallecidos en el pozo Nicolasa. Este domingo se cumplen tres décadas de aquella tragedia.

Hace hoy treinta años, en la madrugada del 31 de agosto de 1995, la explosión de grisú en el pozo Nicolasa, en Mieres, se convirtió en el mayor accidente de la historia reciente de la minería española.

Catorce hombres perdieron la vida a 400 metros de profundidad, en un siniestro que obligó a cambiar la seguridad en las explotaciones y dejó una marca imborrable en las cuencas mineras.

Entre ellos estaban Francisco Javier González Merino, natural de Valencia de Don Juan (León), gran radioaficionado, que trabajaba en Nicolasa desde 1973 y al que le faltaban tres años para prejubilarse; Anatolio Lorenzo Pedrosa, nacido en Vegas del Condado (León), conocido como “Talín”, que había dejado la Renfe para estar más con su familia; o Jesús Trapiella García, de 30 años, electricista habilidoso, que aquel mismo día comenzaba sus vacaciones. Junto a ellos fallecieron otros compañeros asturianos y cuatro mineros checos.

Las causas nunca quedaron del todo claras: restos de dinamita, una chispa de maquinaria o un fallo en la ventilación. Ningún informe fue concluyente. Sí lo fue, en cambio, el dolor: Mieres despidió con un multitudinario funeral a los catorce de Nicolasa, que aún hoy siguen presentes en la memoria colectiva.

Cerredo, la tragedia que reaviva el recuerdo

Treinta años después, cuando la minería parecía cosa del pasado, otra explosión de grisú golpeó de nuevo a Asturias y León. Ocurrió el pasado mes de abril de 2025 en la mina de Cerredo, en el concejo asturiano de Degaña.

El balance fue devastador: cinco mineros leoneses fallecidos y cuatro heridos graves, todos ellos vecinos de la comarca de Laciana, de entre 32 y 54 años.

La explosión se produjo en el tercer nivel de la explotación subterránea, cuando una máquina liberó el gas atrapado. Los equipos de rescate lograron sacar con vida a dos trabajadores, pero el resto quedó atrapado en las galerías. Los cuerpos fueron recuperados horas después y trasladados al Instituto de Medicina Legal de Oviedo.

“Es como si el tiempo no hubiera pasado, como si las viejas heridas volvieran a abrirse”, lamentaba entonces uno de los veteranos de la Brigada de Salvamento Minero, que ya en 1995 había participado en el rescate de Nicolasa.

El grisú, enemigo invisible

En Nicolasa y en Cerredo, la hipótesis común es la misma: el grisú, ese gas mortal presente en las minas de carbón que al contacto con el aire provoca explosiones devastadoras.

Treinta años de avances en seguridad no han sido suficientes para evitar que el enemigo invisible de la minería vuelva a cobrarse vidas.

Memoria y presente

Las cuencas mineras viven este aniversario con sentimientos encontrados, el recuerdo imborrable de los catorce de Nicolasa y la tragedia reciente de los cinco de Cerredo, que demuestra que el riesgo nunca desapareció del todo.

En Mieres, el silencio sigue siendo el bálsamo para una herida que no cierra. En Laciana, la conmoción aún es reciente.
Treinta años después, la minería vuelve a unir a Asturias y León en el duelo: dos tragedias distintas, un mismo dolor compartido.

Un legado que no debe olvidarse

Más allá de las cifras y los nombres, Nicolasa y Cerredo recuerdan que la minería fue siempre una profesión marcada por la dureza, la hermandad y también la tragedia. Cada accidente no solo quebraba familias, sino que hería la memoria colectiva de unas comarcas que levantaron durante décadas la industria del país a costa de su vida bajo tierra.