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Patrimonio leonés en pausa

Este 16 de noviembre, se celebra el Día del Patrimonio Mundial, pero en León deberíamos hacer otra cosa: lamentarlo.

Hoy, 16 de noviembre, se celebra el Día del Patrimonio Mundial, pero en León deberíamos hacer otra cosa: lamentarlo. Esta fecha nos obliga a mirar de frente una realidad incómoda: nuestro patrimonio está muy lejos de recibir el cuidado, la ambición y la defensa que merece por parte de quienes nos gobiernan.

A pesar de contar con tres bienes reconocidos como patrimonio por la Unesco, parece que hemos optado por mantenerlos en un discreto segundo plano, no vaya a ser que destaquemos demasiado. Estos son: los Decreta, un logro histórico que explotamos muy poco, quizá porque recordar que León abrió la puerta a la democracia obliga a reconocer lo que no estamos haciendo por nuestro patrimonio; el Camino de Santiago, siendo León el tramo más largo y punto clave de peregrinación y encuentro cultural europeo, y Las Médulas, la mayor mina de oro del Imperio Romano.

Ahí está el verdadero fracaso: León ciudad sigue sin una candidatura seria, sólida y unificada para la Unesco. Y no por falta de argumentos, sino por falta de voluntad y ambición política. San Isidoro, la Catedral, las murallas romanas y medievales, el casco histórico, Botines…

Pero basta rascar un poco para descubrir la paradoja. Las Médulas, nuestro emblema mundial, sufrieron graves incendios este verano, un desastre que dejó en evidencia la fragilidad del monumento y, sobre todo, la negligencia institucional. Y esto no fue un accidente fortuito sin previsión, el plan de gestión caducó en 2022. ¿Qué mensaje se lanza cuando un incendio devasta un bien universal mientras las administraciones discuten competencias? Si ni siquiera protegemos lo que ya es Patrimonio de la Humanidad, ¿cómo vamos a aspirar a más? 

Ahí está el verdadero fracaso: León ciudad sigue sin una candidatura seria, sólida y unificada para la Unesco. Y no por falta de argumentos, sino por falta de voluntad y ambición política. San Isidoro, la Catedral, las murallas romanas y medievales, el casco histórico, Botines… No hay en España muchas ciudades con un conjunto monumental comparable. Sin embargo, León lleva décadas atrapada en el discurso fácil del “seríamos un gran Patrimonio de la Humanidad”, mientras Ayuntamiento, Diputación y Junta se limitan a declaraciones vacías, fotos protocolarias y promesas que nunca pasan de titulares. 

Y el problema no es que León no sea Patrimonio de la Humanidad: el problema es que ni siquiera ha sido defendida para serlo. Los políticos que representan al municipio, a la provincia y a la comunidad han demostrado una falta de ambición crónica

Si aún no les he convencido de este purgatorio patrimonial que sufrimos, voy a aportar el dato más escandaloso: nuestra Pulchra, el primer Monumento Nacional de España (desde 1844) y una de las joyas góticas de Europa, jamás ha sido incluida en la Lista Indicativa de la Unesco, paso imprescindible para cualquier candidatura. No hablamos de no haber llegado al reconocimiento final; hablamos de ni siquiera haber entrado en el primer escalón. Es como tener oro y guardarlo en una caja de zapatos. Mientras otras ciudades llevan años trabajando expedientes impecables, León lleva años esperando a que alguien se decida a tomarse su patrimonio en serio.

Y el problema no es que León no sea Patrimonio de la Humanidad: el problema es que ni siquiera ha sido defendida para serlo. Los políticos que representan al municipio, a la provincia y a la comunidad han demostrado una falta de ambición crónica. Prefieren celebrar lo que ya está hecho antes que trabajar en lo que queda por hacer. Una ciudad con la historia de León —campamento romano permanente, capital medieval, centro político decisivo, Cuna del Parlamentarismo, faro del románico y del gótico— no puede seguir siendo una aspirante eterna.

Este Día del Patrimonio Mundial no deberíamos limitarnos a recordar nuestras glorias pasadas. Deberíamos exigir que quienes gobiernan protejan de verdad lo que ya tenemos y trabajen con rigor para que León reciba el reconocimiento que merece. No hace falta inventar nada: hace falta compromiso, estrategia y responsabilidad. Hace falta dejar de mirar hacia otro lado. 
Hace falta creérselo un poco más.