Roma vive, pero no se muestra
Este fin de semana, León se engalana para celebrar el Natalicio del Águila de la Legio VII, es decir, los orígenes romanos de la ciudad. Recordemos que la Legio VII fue la única legión asentada en Hispania hasta la caída del Imperio Romano de Occidente.
Durante estos días, las calles se llenarán de actividades, talleres, recreaciones históricas y desfiles imperiales que acercarán —de forma lúdica y atractiva— un pasado romano que sigue muy vivo en el imaginario colectivo de la capital.
Es innegable el valor de este tipo de iniciativas: educan, difunden y hacen comunidad en torno a nuestra historia común. Pero, al mismo tiempo que celebramos nuestra herencia romana, pues somos legionenses, varios vestigios arqueológicos de gran importancia siguen olvidados y ocultos bajo capas de tierra y maleza. Y esto no es una exageración: ocurre en pleno corazón de la ciudad.
Me refiero a dos ejemplos especialmente sangrantes: los restos del Praetorium, la residencia del general al mando de la Legio VII —ocupada por el propio Trajano antes de convertirse en emperador—, y los del Principia, el cuartel general y centro administrativo de la legión, donde se custodiaban documentos, estandartes y hasta el salario de los soldados. Ambos yacimientos, situados en la Plaza de San Pelayo, llevan pendientes de musealización desde 2018.
No sé si es por falta de fondos, desinterés, o la eterna maraña de burocracia y dejadez institucional. Pero lo cierto es que el corazón de la Castra Legio sigue oculto mientras organizamos fiestas en su nombre…o nos ponemos la túnica un fin de semana, pero guardamos el patrimonio en un cajón el resto del año. Es difícil no ver la contradicción. ¿De qué sirve mirar al pasado si no lo cuidamos en el presente?
Y todo esto ocurre en una ciudad que vive en buena parte del turismo cultural. León no necesita solo festejos, sino respeto, inversión y compromiso hacia su historia; porque el patrimonio no solo se representa, también se cuida, se protege y se muestra. Por ello, este pasado no puede seguir sepultado. Urge una acción seria y decidida, con visión a largo plazo, ya que poner en valor nuestro patrimonio romano no es lujo, es una necesidad. Y mientras eso no ocurra, el águila de Roma seguirá enterrada. Literalmente.