'En el jardín de las americanas. Una historia transatlántica 1871-1936', de Cristina Oñoro: una epopeya femenina que debe ser conocida

En realidad, ‘En el jardín de las americanas. Una historia transatlántica’ es la historia de una epopeya protagonizada por mujeres que tiene su comienzo en la década de los 70 del siglo XIX y se extiende hasta la actualidad con el obligado silencio que impuso la Guerra Civil española y el largo paréntesis de la dictadura. Y digo hasta la actualidad porque Cristina Oñoro (Madrid, 1979), profesora del departamento de Lengua Española y Teoría de la Literatura de la Universidad Complutense de Madrid, rescata la herencia que hemos recibido del Instituto Internacional y la Residencia de Señoritas más allá del momento de su desaparición.
Nada es más fácil que dar voz a la autora de este libro para saber qué contiene: “la historia que he querido contar -recoge en su introducción- trata de un grupo de profesoras americanas que llegaron a España en el último tercio del siglo XIX para luchar por la educación femenina”. Parece algo simple, pero no lo es realidad. Ha supuesto una ingente labor de archivo llevado a cabo no solamente en España sino también en EE. UU. gracias una beca Leonardo de creación cultural que el proyecto de Cristina Oñoro recibió del BBVA. En sus orígenes, la historia se remonta al mes de diciembre de 1871cuando el matrimonio de misioneros evangélicos protestantes formado por Alice y William Gulick, se embarcaron en Boston con destino a España. Alice se había formado en el Mount Holyoke Seminary donde, aunque aquí nos parezca imposible, se combinaban a la perfección la formación religiosa de corte puritano y las ideas feministas. Ya en España, la historia continúa, no sin grandes dificultades, en Santander donde crearon inicialmente una escuela primaria gratuita asociada a su misión para hijos de trabajadores y posteriormente un internado femenino. Y continuó en San Sebastián, donde adquirió el nombre de Colegio Norteamericano. Alice Gulick recorrió Estados Unidos de punta a punta recaudando fondos. También ese esfuerzo podría calificarse de épico, teniendo en cuenta las circunstancias y los medios de comunicación de aquellos años. El momento fundamental llegó en 1892 cuando, en una decisión clarividente (que trataba de sortear todos los problemas a los que una institución no católica se enfrentaba en nuestro país), se constituyó en el estado de Massachussets una corporación independiente de la Junta para las Misiones que tenía carácter aconfesional. Se decidió que su nombre sería International Institute for Girls in Spain. El estallido de la guerra hispano-estadounidense en 1898 propició su traslado a Biarritz, ciudad en el que permaneció hasta su traslado a Madrid donde William Gulick había comprado en 1901 un palacete en la calle Fortuny en el que culminaría aquel ingente proyecto tan tempranamente acariciado por Alice Gulick. Alice Gulick no llegó a ver funcionando el Instituto Internacional de Fortuny. Murió en Inglaterra en septiembre de 1903 (está enterrada en el Cementerio Civil de Madrid) mientras su marido ultimaba el traslado del Instituto a Madrid.

Mujeres formadas por mujeres
En ese momento es cuando comienza la segunda parte de este libro, dedicado no solamente al funcionamiento del Instituto Internacional sino también su estrecha relación con las Residencia de Señoritas que terminó comprando el edificio del primero. Cristina Oñoro describe esta relación muy gráficamente: “los lazos de amistad habían sido tan profundos que en ocasiones hasta resultaba difícil distinguir ambas instituciones entre sí. Durante muchos años compartieron espacios, profesoras y proyectos”. Proyectos que incluyeron algunos extraordinarios y, de nuevo, pioneros: los de intercambio universitario entre alumnas españolas y americanas. Universitarias, sí. Porque esa es la época en que las primeras mujeres acceden con fuerza a la Universidad donde, aunque no tenían prohibido el acceso a las aulas, los obstáculos no resultaban asunto menor. La del intercambio fue una idea que firmaron en 1919 María de Maeztu y Susan Huntington en una visita de la primera al Smith College: pronto daría sus frutos y se ampliaría a otras universidades americanas que entre 1919 y 1936 recibirían a 35 becarias. A partir de ahí podría decirse que comienza un futuro que hoy es nuestro presente.
No creo, además, que sea necesaria más información para acaparar el interés de los lectores por este libro, ‘En el jardín de las americanas’, que yo considero uno de los mejores ensayos de los últimos años. El otro, no me importa decirlo, creo que es ‘El infinito en un junco’ de Irene Vallejo. Mujeres jóvenes con una sólida formación y una pluma impecable e inteligente, autoras de ensayos libres de construcción impecable.
En el caso de Cristina Oñoro da forma a un ensayo narrativo en el que aflora sin ambages una emotividad contagiosa que se plasma en el texto de múltiples maneras: a través de los propios recuerdos familiares; de su propia experiencia personal mientras da forma a su libro; de las ideas feministas y quienes las enunciaron o contribuyeron a hacerlas realidad; de las casualidades improbables que resultan hacerse realidad (pienso en el encuentro de Salinas y Katherine Witmore y el nacimiento de ‘La voz a ti debida’); y por supuesto a través de la literatura, española o anglosajona, que tan extraordinariamente demuestra conocer la autora, y en el que reivindica el papel de las mujeres no porque es lo que toca, sino por la clara, objetiva y silenciada calidad de su producción. Así, leer ‘En el jardín de las americanas’ resulta una sensación semejante a leer un sabroso libro de aventuras en el que no se descartan las curiosidades de los numerosísimos personajes de lo pueblan. De entre estos, y como somos leoneses, hay dos que me gustaría mencionar, aunque sean dos varones en un libro tan eminentemente femenino como este. Se trata de las referencias a Fernando de Castro y su papel como impulsor de la educación de las mujeres y, sobre todo, a la gran figura de Gumersindo de Azcárate que en este libro encuentra su espacio junto a su primera esposa, Emilia Innerarity, cuya historia me ha gustado conocer.
Termino: las ilustraciones (retratos, dibujos fotografías, documentos, objetos, libros, cuadros, anuncios…) son un aliciente más en este libro que habla de muchas mujeres, interesantes mujeres, cuyas historias debían ser rescatadas.