Lumus, Revelio y Protego Totalum: los hechizos de Marta Riega para la armonía familiar
Durante los periodos festivos prolongados, la dinámica familiar se enfrenta a nuevos retos, evidenciando una desconexión latente que muchas veces permanece oculta en la vida cotidiana. En el contexto de la inminente llegada de las vacaciones de Navidad, este fenómeno se hace especialmente visible, obligando a replantear las formas de convivencia y la calidad de las interacciones familiares.
En este contexto cobra especial relevancia la obra de María Riega Compadre, “13 maleficios que sabotean tu crianza (y algún hechizo para recuperar la conexión)”, un manual dirigido a padres, madres y profesionales de la educación que buscan recuperar la armonía en el entorno familiar. En sus páginas se exploran trece “maleficios invisibles” responsables del distanciamiento progresivo entre progenitores e hijos e invita a revertir esta tendencia mediante gestos sencillos en el día a día.
El análisis se ampliará el 11 de diciembre a las 19 horas en la Biblioteca Padre Isla de León, donde se debatirán cuestiones como las expectativas familiares, el fortalecimiento de los lazos y herramientas para afrontar el impacto de las pantallas. En este encuentro se presentarán tres propuestas denominadas Lumus, Revelio y Protego Totalum, que la autora desgranará durante la sesión.
Preocupaciones de las familias ante el uso de pantallas
Según explica Riega, estadísticas divulgadas tras un análisis realizado en Castilla y León señalan que más de la mitad de los jóvenes entre 10 y 15 años utilizan su teléfono móvil más de dos horas cada jornada. En este mismo grupo de edad, el 70,6 % ya dispone de dispositivo propio. A nivel nacional, el acceso a Internet alcanza al 95 % de los menores entre 10 y 15 años durante los tres últimos meses, y el 50 % de los niños comprendidos entre los 8 y 12 años rebasa el tiempo de exposición a pantallas recomendado por especialistas.
Recién concluido un fin de semana largo, diferentes familias han compartido inquietudes similares respecto al uso de dispositivos electrónicos. Algunas relatan el conflicto constante en torno al móvil, mientras que otras describen el esfuerzo por distanciar a sus hijos de la videoconsola: “como hacía tanto frío el primer día, ya no salimos… y parece que se desató el enganche. Separarle de la pantallita y los cascos el fin de semana ha sido un suplicio.”
Otros testimonios aluden al recurso de los aparatos tecnológicos en trayectos largos: “los planes que teníamos de dar paseos por la montaña y juegos de mesa con la chimenea encendida, fueron un desastre. Pelea tras pelea hasta que renunciamos a forzarlos.” En todos los casos subyace el anhelo de aprovechar el tiempo libre para reconectar en familia, una aspiración que tropieza repetidamente con la presencia dominante de las pantallas.
Impacto silencioso de la tecnología en la dinámica familiar
Nadie asume una responsabilidad exclusiva sobre esta realidad. Las pantallas no se consideran intrínsecamente negativas, ni se etiqueta a los menores como “adictos”. Más bien, se señala que los dispositivos electrónicos han actuado durante años como una respuesta inmediata para calmar, entretener u ocupar a los menores en medio de las obligaciones cotidianas. Lo que comenzó como una solución provisional se ha transformado gradualmente en una fuente de conflicto habitual.
Aunque muchos defienden la utilización eventual de la tecnología –“No, no creas que ha sido durante años. Si solo utilizo las pantallas en momentos puntuales, cuando de verdad creo que pueden sernos útiles…”– surgen interrogantes sobre el efecto inmediato y sostenido en niños y adolescentes, tanto a nivel físico como emocional y social.
Expectativas divergentes durante las vacaciones
El periodo navideño suele estar repleto de propósitos familiares: compartir nuevos juegos de mesa, salir juntos a explorar los mercadillos o improvisar talleres domésticos. Sin embargo, surge una discrepancia fundamental entre el deseo de “presencia” de los adultos y la preferencia de los menores por el “tiempo libre” asociado, principalmente, al entretenimiento digital.
Mientras que los padres visualizan momentos de unión y cercanía, los hijos demandan acceso ilimitado a la conectividad. Este desajuste se traduce en la búsqueda de conexión dentro de dos contextos muy distintos: el humano y el tecnológico.
Reconfigurar los vínculos familiares
La pregunta que emerge en este escenario incide en la naturaleza de la conexión cultivada hasta el momento. No se trata de culpabilizar, sino de adquirir conciencia y percibir la oportunidad subyacente. Crear una relación familiar sólida no responde a soluciones pasajeras, sino al trabajo constante y consciente dirigido a lo esencial: los vínculos.
Liberarse del ciclo de disputa que rodea a los dispositivos electrónicos exige abordar la raíz del problema y modificar patrones cotidianos. Solo así es posible transformar la convivencia más allá de respuestas automáticas y fugaces.
En definitiva, los fines de semana largos y las vacaciones no deberían limitarse a una supervivencia pasiva, sino erigirse en escenarios para construir relaciones más sólidas y satisfactorias.
Sobre la autora
María Riega Compadre, trabajadora social y mediadora en el ámbito familiar, madre de dos jóvenes, promueve la creación de lazos significativos desde la crianza asertiva y el respeto. Su experiencia con familias y la formación en disciplina positiva confluyen en el libro “13 maleficios que sabotean tu crianza (y algún hechizo para recuperar la conexión)”, una guía destinada a transformar el ambiente familiar y sustituir la imposición y los gritos por el acompañamiento y la comprensión mutua.