"La fabricación 3D en pandemia fue un subidón ingestionable y me replanteé todo"
Arte, creación y sentimiento son palabras que se entremezclan en la vida de Alba de la Torre, 'Albita', como la conocen sus amigos. Desde pequeña ha vivido "rodeada de música y fotografía" por lo que no era de extrañar que ahora ambas se hayan convertido en sus grandes pasiones. Al punto que ha conseguido, y no a través de ningún camino de rosas, trabajar en ello profesionalmente como técnica de sonido en uno de los tres grandes teatros de León, lo que no solo la llena en lo profesional, sino que le permite conocer y moverse en ese mundo del arte que muchas veces sucede en los rincones más inesperados de la ciudad.
"Trabajo en esto porque lo que más me gusta del mundo es la música y, además, se me da bien porque desde muy pequeña tengo una sensibilidad acústica y auditiva enorme", explica. "Soy hija única y no he tenido ni primos ni pueblo, así que me quedaba horas delante del equipo de música viendo girar las ruedas del casete y pensando para qué serán todos estos botones que ponen cosas como tuner, play, pause, equalizer... Desde pequeña me ha flipado este mundo".
Enrollando cable
De hecho, Alba no solo 'trastea' con los equipos desde que era una niña, sino que comenzó a estudiar música también desde temprana edad, participando en el aula coral del colegio y más tarde cursando varios años de guitarra clásica y canto lírico en el CHF y en el Conservatorio de León, en el Coro Municipal Ciudad de León, y en el Coro Ángel Barja Juventudes Musicales-Universidad de León. Tras esa, el camino estaba más o menos claro: Bachiller Artístico y después Técnico Superior de Sonido, "con un año de Historia del Arte en la ULE entre medias que, digamos, me resultó poco estimulante y preferí ir a mancharme las manos enrollando cables", señala.
Pero Alba siempre volvía a la música como refugio vital. "La época de estudios musicales fue muy prolífica en cuanto a actuaciones en vivo, con decenas de recitales y conciertos como solista o como parte de diferentes agrupaciones. Esta profusión de eventos me fue dando experiencia para adaptarme a diferentes entornos sonoros y para desarrollar un fino oído musical, aparte de descubrir y desarrollar mi capacidad vocal en situaciones no amplificadas eléctricamente", recuerda.
Sobre los escenarios
"Desde la veintena empecé a participar en otros proyectos de música moderna, con la formación de una banda llamada '¿Dónde están mis lupas?', con Julito y Avelino (Esguinze de Frenillo) y Manolo Alonso, a la batería, en la que versionábamos clásicos del siglo XX mayoritariamente sin limitarnos en estilos o temáticas. Si era un temazo, era un temazo. También he colaborado en grabaciones o actuaciones en vivo de otros artistas de mi entorno, como en el proyecto 'Familia Feliz' de Reyes Páramo, o con el grupo de folk 'Cecina de León'.
Experiencias con las que, además, le hicieron familiarizarse con los equipos de captación, procesamiento y reproducción del sonido, al ser parte habitual y necesaria para la realización de la mayoría de la producción musical actual. "También me ha permitido apreciar las características y diferencias en los procesos de ejecución y escucha entre la música amplificada eléctricamente y la que no lo es", afirma, lo que le ha llevado a "reflexionar profundamente sobre nuestra relación con el sonido, desde tiempos ancestrales hasta nuestros días". Un tema sobre el que está preparando un "proyecto divulgativo para concienciar".
Fotografía y fabricación digital
En paralelo, Alba se ha ido formando en otras áreas como son la fotografía (que le viene de familia) y la creación audiovisual: "Desde 2015 estoy explorando también el mundo de la creación digital con procesos como la impresión 3D o el corte láser", señala. "Siempre me ha gustado crear cosas con las manos", añade.
Pero llegó la pandemia y hubo fundido a negro.
3D en la pandemia
Muchas preguntas vitales en la cabeza y pocas respuestas; muchos caminos pero todos tras encrucijadas en las que se mezcla lo personal, con lo familiar, con lo social y con lo profesional. "El caso es que tenía un poco de crisis existencial. Mucho bloqueo. Con la música y con todo". Cuando el Covid apareció en nuestras vidas, la de Alba estaba volcada en la fabricación digital y se había convertido en toda una 'maker'. Un día, un amigo de Burgos le llamó y le dijo "Oye, nos van a encerrar en casa. ¿Por qué no hacemos cositas?". "Bueno, vale, genial".
Aquella conversación casual fue el germen de algo muy muy grande, tanto, que incluso desbordó. "Empezamos a coordinarnos unas 20 personas a nivel nacional", rememora Alba, que fue una de las encargadas de coordinar todo el tema a nivel de Castilla y León. "En un par de días éramos 2.000 y en otro par de días ya éramos 20.000. Una masa enorme, tanto humana como tecnológica". Así nacieron los 'Coronavirus makers': Una red de cooperación tecnológica a gran escala para la fabricación de materiales de protección contra el coronavirus, que pronto dio el salto a las pantallas de los informativos. "Fue un subidonazo, el cortisol por las nubes", asegura.
El otoño
"Fue tan grande que yo me pegué un batacazo, me dieron un par de achuchones mentales". El teléfono de Alba se filtró, su dirección de correo también. Comenzó a recibir todo tipo de comentarios, preguntas... "Era ingestionable". "Se volvió enorme, teníamos asambleas todo los días a las seis de la tarde, las impresoras funcionando 24 horas al día... yo no salí de casa en 3 meses, no me levantaba del ordenador". Y en esa vorágine, con epicentro en León, no tardaron en llegar los malentendidos, las envidias, las broncas... Alba sufrió un brote psicótico.
"Me dio muchísima ansiedad. Decidí que no quería trabajar más con ordenadores, rechacé los los ordenadores durante mucho tiempo" . "Pensé, bueno, cuando nos dejen salir de casa ya estaré mejor... pero no fue así. Llegó el otoño y me fui al agujero. Me replanteé toda la vida, todo, me quería quitar hasta los tatuajes de los dedos porque me generaban rechazo".
Salud Mental
La salud mental es un tema que "tiene que estar sobre la mesa", recuerda Alba. Ella comenzó a tratarse, con terapia, y poco a poco fue saliendo del túnel. "En este país somos muy poco abiertos a hablar de las emociones, la gente se pone a la defensiva", observa. ¿Su mejor ayuda? Algo que tenía muy muy cerca: la música: "Recordé que tenía un un título en el cajón de técnica de sonido y que eso me gustaba". A día de hoy, Alba continúa con la recuperación, pero ha encontrado en el teatro un trabajo que la llena y la reconcilia, con ella y con el mundo.
"Trabajamos con las emociones y a mí eso ya me me llena muchísimo. El primer año y segundo que estuve trabajando allí lloraba mucho de la emoción todo el rato porque lo había pasado muy mal", apostilla. "No hay un puesto de trabajo en León como el mío. Y no puedo estar más agradecida".
La escena cultural y musical leonesa
Alba sigue enganchada a su escenario y ha dejado atrás aquel tiempo oscuro, en sus ratos libres trabaja en un proyecto sobre contaminación acústica, también disfruta de la "gran escena cultural que hay en León para ser una ciudad de su tamaño". "Es sorprendente la cantidad de músicos y bandas que tenemos", dice como buena conocedora del sector. "La escena underground, sobre todo", destaca.
Como buena leonesa, Alba recomienda conocer lugares como "la plaza del Grano al mediodía y entre semana" y ver el "el rosetón desde dentro de la Catedral a una hora que el sol le pegue de golpe". Dos experiencias imperdibles que combinaría con "perderse por los rincones y pequeños pueblos de la provincia y rodearse de toda la flora y fauna" de la zona.