El tiempo

Camino Soria

Hay conjunciones copulativas que dicen más en interpretaciones que en sí mismas. Copulan mal, como quien fuerza para gustarse sin saber que debe, en principio, ver el panorama...
Carlos M
Carlos M

Hay conjunciones copulativas que dicen más en interpretaciones que en sí mismas. Copulan mal, como quien fuerza para gustarse sin saber que debe, en principio, ver el panorama. Esos mismos elementos que en el lenguaje español sirven para mantener coordinadas o subordinadas partes distintas, tan diferentes, como por ejemplo, León y Castilla, dos territorios donde uno de ellos lleva años sintiéndose mancillado.

Volviendo a la conjunción, a esa letra y que hace esa función para coordinar a los vencedores y subordinar a los vencidos, para exigir a los que pierden –perdedores desde hace lustros- y hacer crecer en la soberbia a los que ríen entre dientes cuando pronuncian su nombre. Porque citarlo, mentarlo, mencionarlo o nombrarlo duele, pero lo hace transgrediendo una identidad que algunos quieren eliminar. Duele a la vida que se escapa entre las manos y al sentimiento que, como el agua en un cesto, deja en el gesto miserias, las que Castilla y sus gobernantes han perpetuado sobre la geografía del antiguo Reino de León.

Carlos Martínez, alcalde de Soria y candidato a la Junta de Castilla y León por el PSOE, debe de estar bailando desde el pasado fin de semana la canción de Gabinete Caligari

Y escribo esto pensando en un político torpe, con ínfulas de insigne dirigente, pero con una merma lingüística evidente ante el micrófono que le ha hecho recular cuando los aplausos de acólitos a su signo perdieron su eco. Carlos Martínez, alcalde de Soria y candidato a la Junta de Castilla y León por el PSOE, debe de estar bailando desde el pasado fin de semana la canción de Gabinete Caligari en su regreso a su ciudad dentro de una realidad en la que la mofa le ha colocado en una diana donde hasta los suyos disparan al objetivo. Se puede soltar el chascarrillo en privado, hacer la gracia cuando no se tiene y rascar la piel ajena en busca de sangre cuando se tiene uñas para hacerlo. 

Este político de medianías, por el equilibrio entre dos puntos si fueran equidistantes –en este caso, la estupidez y la alienación- alardeó arrogante cuando quiso agrandar su aura minúscula, cuando vio el panorama de ovaciones sencillas, adoctrinadas por un boss nacional a quien quiso emular. Le sobró argumento en su relato, le sobraron las formas, y le faltó, pese a todo, la conjunción en sus palabras marcadas por la necedad.

Con todo en contra, solo el abrigo de su boss –de quien parece seguir la estela- puede redimir en votos los que ha arrojado al desagüe en León

Pero atentos a su narrativa. La fluidez y el riego sanguíneo le volvieron a equivocar un jueves que se asomaba a noviembre. Cada por su lado hicieron que reculara con un calendario que le quemaba. Cuatro días le llevó acercarse a unas disculpas tan impostadas como el ejemplo de su mediocridad. Las encuestas podrían haberle dictado, mucho antes, unas palabras vacías. Ahora le anticipan un sopapo a dos manos de esa sociedad a quien pedía perdón.

Con todo en contra, solo el abrigo de su boss –de quien parece seguir la estela- puede redimir en votos los que ha arrojado al desagüe en León. Sus tiempos, y los de los suyos, buscan que el abandono a lo leonés amamante su gestión, como Mañueco, que no es de los suyos, suele hacer, como desde Valladolid imponen para ser premisa para todo. 

Se equivocan quienes les piensan, quienes les sueñan, distintos. No es así. Hay una recua de políticos que juegan al escondite con León sin dejarle participar. Y dan igual las siglas. Mañueco es lo peor que le ha podido pasar a León en años; el alcalde de Soria, o el ex alcalde de Valladolid, a quien no nombro para no darle bombo, son iguales. A igualdad de talento, todos ellos sí que juegan, pero con una brújula imaginaria buscando su rastro. Sigan con su voto hacia ellos apuntando al cielo y mirando al dedo. Sigan.