Pedro, el superviviente

Las señales de arrepentimiento en los políticos no existen cuando son exigidas, cuando salen con fórceps, cuando obstruyen contextos más que aclaran. Los mártires dejaron de cumplir funciones sociales en lo público -que es de todos- desde que amanecieron las identidades con otras motivaciones donde la aflicción es tan irreal como las siglas.
Porque nuestro Pedro, Pedro Sánchez, el presidente en esta realidad y en las suyas paralelas, vive en un imaginario personal donde lo colectivo ya no forma parte de lo que representa. Su distopía se acerca a un relato donde nadie es quién aparenta y todos son sombras chinescas en un teatro sin función definida. Acostumbrado a fabular entre presunciones y silencios, rodearse desde sus inicios con Ábalos y Cerdán le ha colocado en un brete donde ya no le basta elevar muros donde esconderse. Nos ha hecho vivir entre hipótesis donde nunca existía ni existe, por su parte, la asunción de responsabilidades.
Pero es algo innato en la pandereta que da voz al ruido en España. Y no vale el tú más, ni la indignación encharcada de improperios de quienes buscan el micro y que no haya brillos en el rostro tras el flash de las fotos. Desgraciadamente vivimos en una dinámica de política descompuesta, de ideas con ataduras a los bolsillos, de pactos de repartos donde, de facto, todos comen el pastel sin apenas digerirlo.
Es complicado sentirlo porque los del otro lado hacen lo mismo; no hagamos distintos a los de la otra acera, a aquellos que cruzaron las mismas carreteras...
Ese sacrificio ante los focos es una pose, un diseño de quien se gusta y utiliza el mensaje para hacernos más idiotas de lo que nos intuyen, pero lo somos. De no serlo, la exigencia nos llevaría a pensarnos de otro modo, en otro lugar, en un espacio donde la mentira permaneciera en una idilio permanente sin imbéciles camuflados en oportunistas. Reitero mis palabras, nosotros lo somos.
Y escribo yo, un tipo cazurro que llevo sin votar varios años, que siempre pensé en clave social (y socialista) por encima de dejar el sobre en la urna, que le duele la vergüenza ajena de ver a Pedro sentirse incólume donde muchos le sostienen con agradecimiento digestivo que exponen aplaudiendo a rabiar con lo que cuenta y tratan de creerse. Es complicado sentirlo porque los del otro lado hacen lo mismo; no hagamos distintos a los de la otra acera, a aquellos que cruzaron las mismas carreteras con la suficiencia de no mirar a ambos lados de la vida y de los bancos (de billetes y monedas). A esto hemos llegado, aquí hemos encontrado parada los que nos sentimos indefensos entre los que hacen ficción de sus falacias con nuestros bolsillos.
Será fracaso o aversión, será la vida a la que les llevó aquel Peugeot en avenidas sin semáforos, sin regulaciones morales, serán kilómetros compartidos con personajes que han construido un credo, presuntamente, mordiendo las manos que les acariciaban...
Volviendo a Pedro y su victimismo ante los micros, no conviene olvidar que en ese papel que representa en su juego de rol no tiene rival. Su antropofagia política le lleva a sobrevivir donde otros se creyeron más caníbales aún. Será fracaso o aversión, será la vida a la que les llevó aquel Peugeot en avenidas sin semáforos, sin regulaciones morales, serán kilómetros compartidos con personajes que han construido un credo, presuntamente, mordiendo las manos que les acariciaban. No me basta, insisto, lamentar la falta de conciencia, la ausencia de conocimiento, estamos dirigidos por una recua de profesionales del embuste que nos llevan a un cadalso donde solo importan nuestros impuestos para que ellos imposten y nos mientan.
La política, como el fútbol, es una mentira que nos creemos en la que no confían ni quienes son adalides de sus actos. Y, en ambos casos, no valen pelotazos porque todos te llevan a la derrota. Pedro, hechizado por sus aduladores, ha caído en un destierro al que le están poniendo fronteras los suyos. Veamos si hay miseria suficiente para regalar o si nos dejan un plato con las sobras. Igual, ni nos dejan probarlas.