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Cae la noche

El humo de los incendios provoca un ocaso teñido de rojo en León. Foto: Peio García.

Hoy en León, en la provincia entera, ha anochecido antes. Una nube de humo culpable y negro ha ocultado el sol y ha servido una vez más para que los leoneses sintamos el abandono de nuestras administraciones. Ímprobo el esfuerzo de los cuerpos dedicados a la extinción de incendios. Infradotados, trabajarán seguro por encima de sus posibilidades, poniendo en riesgo sus vidas otra vez, y no sé cuántas van.

Todo ello por la inoperancia de una Junta de Castilla y León, a través de su Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio, ¿para qué tanto, Juan Carlos?

Soy, puedo decirlo abiertamente, sufridor, como otros muchos, de este departamento del Gobierno Autonómico. También puedo decir que es usufructuario completamente ilegítimo de unos terrenos que me pertenecen, no a mí solo, por supuesto, pero sí a mi junta vecinal, a mi pueblo, a mi gente. Las dichosas riberas estimadas, expolio del franquismo, heredado ilegítimamente por esta caterva que nos gobierna a la contra. Los montes de titularidad pública, sobre los que los legítimos dueños no tenemos derechos. Y ése es el quid de la cuestión.

Una administración que se despacha remota, sin estar pegada al terreno, sin conocer ni valorar las auténticas necesidades. Sólo ocupada del expolio de los recursos, de salvar un cementerio solar, de conseguir autorización para instalar aerogeneradores y más aerogeneradores, gigantes con pies de acero, herencia de ruina para los pobladores y sólo beneficio para lobbies energéticos. El falso color verde, sólo autentificado por el de los billetes que por cestas sacan de nuestros montes abandonados.

Esa, y no otra es la causa. Abandono e intereses. Hace años se hablaba del precio de la madera como detonante de los incendios forestales. Verdad sería y se reguló medianamente contra la especulación. Hoy y desde aquí pido la misma consideración. Si los legítimos dueños no podemos actuar, limpiar los montes y encargarnos de su cuidado, legíslese a favor de obra por lo menos y protéjase este nuestro patrimonio, de lo poco que nos queda.

Y luego nos dirán que son provocados. Y tanto que sí muchas veces. Pero si no hubiera gasolina, seguramente tampoco habría incendios. Nos hemos cargado el ecosistema, tan natural antaño, que incluía a la ganadería extensiva como potente cortafuegos. Pocas iniciativas se ven que ayuden a consolidar esta industria. Hay un abandono y siempre ganas de poner “palitos en la rueda” del ganadero extensivo. Faltan pastos e iniciativa por la cantidad de trabas administrativas. El abandono de la actividad es galopante, aunque crece el número de cabezas en intensivo, tanto achuchan los mercados.

Un ejemplo de cuando “algo interesa a alguien” lo tenemos en la iniciativa de Redeia, que ha puesto a más de 3000 cabezas de ovino, vacuno y caballar bajo los tendidos eléctricos. Ahí sí, que paga Juan Español y hay responsabilidad civil de Red Eléctrica Española en caso de siniestro. Ejemplo de solución interesada, pero solución al fin.

Pues en nuestros montes, lo mismo. Un rebaño de ovejas en cada mancomunidad, limpieza controlada de montes y repoblación con especies arbóreas autóctonas. Tan difícil la ecuación no parece. Pero falta voluntad y ganas de trabajar y no llevárselo crudo y no favorecer a los de siempre.

Ese es el futuro de León. La fuerza de la naturaleza, la autogestión del recurso, la unión por lo poco que nos queda: nuestro patrimonio natural.

Convencidos nos tienen de ser un parque temático y de vivir del turismo, de que acojamos, y bienvenidos sean por supuesto, a inmigrantes tecnológicos estresados a fuerza de 5G. Pero lo que de verdad nos sacará del atolladero será un resurgir de lo primario, de la fuerza productiva agrícola y ganadera asociada a industria transformadora.

Por cada hectárea que hoy se quema en Médulas, Orellán, Carucedo, Borrenes, Llamas de Cabrera, Yeres, Sésamo, Los Ancares todos, sabed que se quema esperanza de vida y futuro. A todos nos concierne y de todos depende. Porque todos votamos. Recuérdalo: es fácil que la papeleta te huela a quemado.

Y sí, estoy muy cabreado.