Los poetas en los bares

Sin darnos cuenta ha llegado octubre; el otoño, la habitualidad de los días, y el comienzo de los eventos culturales.
Los poetas, continuamos celebrando el verano resguardados en diferentes bares y locales. En ellos desarrollamos la cultura literaria sin directrices y con la libertad de la palabra. Siempre rodeados de gente aficionada, bohemios, compañeros, y curiosos que tienen interés por saber que se vive allí.
Incluso, la publicidad de los eventos es elaborada y colgada por nosotros mismos en redes sociales; ayudados, también, por aquellos que, presen-cian o reservan el día en cuestión, para asistir alguno de los mencionados actos.
No somos empresario ni empleado, tampoco jefes ni trabajadores; tan sólo “juntaletras”, que armonizamos, de alguna manera, las horas vacías debido a la ausencia de cultura, con diferentes alternativas. Siempre, repi-to, siempre en los bares o locales afines.
Se refieren a nosotros con aire despectivo, dado que no contamos con ningún aporte económico oficial que nos respalde, ni siquiera se nos identifica con la intelectualidad de un rango clasista de peso, lo que significa la negación de apoyo moral, por parte de las instituciones de esta ciudad.
Somos, el hijo huérfano de la sociedad literaria; reconocido por todo el mundo, utilizando el boca en boca como medio de publicidad y aun así, carecemos de un mecenas con peso.
Somos, la carroña que entretiene a los solitarios; genera sociabilidad con los desconocidos, desarrolla empatía con los que escuchan, y por qué no, sugerimos e invitamos a todos los presentes, a participar de manera directa e indirecta a ser uno de nosotros.
Vestimos una pajarita de segunda o tercera mano y baratijas con brillan-tes. No colgamos en las paredes un reconocimiento afectivo de satén, pero sí el de la calle.
Nos enorgullece saber que nuestro arte, toca lo más profundo de todos y de cada uno de ellos.
La cultura se cierne en palabras hiladas, que estimulan el desarrollo de estas actividades. Olvidando así, las horas ennegrecidas que conlleva la propia vida; los poetas de los bares somos así: originales, sorprendentes, creativos y constantes. Todo esto, sin remuneración ninguna, más que el aplauso de los que nos rodean.