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León en llamas

Sólo el coste del operativo destinado a sofocar las llamas en los diferentes incendios en la provincia de León superaría ya ampliamente los mil millones

Extinguir una hectárea calcinada cuesta diez veces más que prevenirla; investigadores reclaman equilibrar la gestión forestal frente a la “paradoja de la extinción”
 

Los incendios forestales que arrasan la provincia de León han calcinado cerca de 100.000 hectáreas, según los datos del satélite europeo Copernicus. Aunque el fuego todavía no ha sido sofocado en su totalidad, las primeras estimaciones económicas apuntan a un impacto sin precedentes: el coste de los operativos de extinción superaría ampliamente los 1.000 millones de euros, de acuerdo con cálculos realizados a partir de estudios universitarios.

Todo ello en un cálculo estimativo basado en que del total de las hectáreas quemadas solo el 35% fuera de monte, por lo que al coste en esa tipología habría que añadir el coste empleado en el resto de operativos.

Apagar cuesta diez veces más que prevenir

El catedrático de Edafología David Badía, profesor de la Escuela Politécnica Superior del Campus de Huesca (Universidad de Zaragoza) e investigador del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales de Aragón (IUCA), recuerda que sofocar una hectárea de monte incendiado cuesta unos 30.000 euros, mientras que invertir en su prevención se reduce a unos 3.000.

Eso supone que en la provincia de León se habrían consumido, al menos, mil millones de euros en el proceso de extinción de incendios. Una cifra que en su cálculo más elevado podría llegar a duplicarse y que excluye los daños ocasionados.

“Los incendios se apagan en invierno, con una adecuada gestión forestal”, subraya Badía, quien alerta de la llamada “paradoja de la extinción”: cuanto más eficaces son los operativos en salvar temporalmente al bosque, mayor es el riesgo acumulado de grandes incendios en años posteriores.

El peso del clima y del abandono rural

El investigador señala que factores climáticos como la regla del 30-30-30 —temperaturas superiores a 30 grados, humedades por debajo del 30% y vientos que superen los 30 km/h— facilitan la propagación del fuego. A ello se suma el abandono progresivo del campo: desde los años sesenta, la población rural española ha pasado del 35% al 10%, lo que ha permitido que la masa forestal se recupere de manera continua y genere un paisaje más inflamable.

Experiencias que ofrecen soluciones

Distintos proyectos en el país muestran que la prevención es posible y compatible con la dinamización rural. En Cataluña, la iniciativa ‘Ramats de foc’ vincula el pastoreo con la reducción de combustible vegetal y comercializa carne y lácteos con un sello de origen. En Extremadura, el programa ‘Mosaico’ combina agricultura, ganadería y silvicultura con el mismo objetivo. Y en Andalucía, la red RAPCA emplea el pastoreo como cortafuegos natural.

Un reto ambiental de gran alcance

Más allá del coste económico, los incendios suponen un impacto ambiental severo: liberación masiva de CO₂, pérdida de nutrientes del suelo y erosión acelerada que puede conducir a la desertificación. Aunque los ecosistemas mediterráneos tienen capacidad de regeneración, esta se ve gravemente comprometida cuando el fuego arrasa también la capa fértil del suelo.

“Si no se actúa con visión de futuro, cada ola de calor traerá consigo incendios más destructivos y costosos”, advierte Badía. La apuesta por la gestión sostenible del paisaje y la recuperación del mundo rural aparece, así, como una de las claves para evitar que el fuego siga devorando tanto territorio como recursos públicos.