Pedro, Félix y Josefa: la vida, una mirada al fuego y la pena en el corazón
En la Calle Mayor de San Juan de Torres, Pedro y Félix charlan animadamente mientras el pueblo intenta recuperar la normalidad. Al fondo, Josefa se acerca, aunque prefiere no salir en las fotografías.
Ellos, como todos los vecinos, fueron desalojados por decisión de la Guardia Civil. “No fue porque el fuego pudiera llegar al pueblo, no fue por eso”, aclara Félix. “El problema es que se levanta tanta ceniza que, con ese polvo, arde una casa, otra… o un pueblo entero. La Guardia Civil nos dijo que era lo mejor, y tenían su razón”.
Pedro recuerda la jornada con serenidad: “Hubo temor más que miedo. Miedo realmente no, pero si ves todo lo que hay por el monte, te asustas”.
El monte y la ganadería
La conversación deriva hacia la ganadería y la experiencia acumulada frente al fuego. “Las vacas tienen un instinto muy bueno para salvarse. Lo mejor cuando hay fuego es soltarlas, ellas se buscan la vida”, asegura Pedro.
Él confiesa que su familia se preocupó mucho durante la evacuación, pero él no: “Si hasta me vine antes para casa de que nos dijeran que se podía volver. Esta es mi vida”.
El susto del polvorín
Entre comentarios, surge un episodio que pocos mencionan en voz alta: la cercanía del incendio al polvorín de la zona. “Menos mal que las llamas no llegaron”, dicen, aunque luego matizan: “Sí que llegaron, saltaron la cerca, pero los silos quedaron intactos. No hay tanta munición como antes, ahora creo que solo hacen cosas de fuegos artificiales”.
Sobre el estado del monte, Pedro y Félix son tajantes: “Eso no tiene arreglo. No te dejan hacer nada y luego se quema todo. Aquí, los de siempre haciendo lo de siempre. No hay arreglo”, coinciden.
La pena por las víctimas
Josefina, discreta pero visiblemente afectada, guarda un recuerdo amargo: “Lo peor son los dos chiquillos a los que ha matado el fuego. Qué pena más grande, de verdad. Uno estuvo hace poco haciendo aquí un tejado. Qué pena”.
Antes de marcharse a sus quehaceres, subraya que su preocupación ahora es que todos estén bien: “Es que aquí nos cuidamos unos a otros”.
Bicis y rutinas
Una hora después, Pedro sigue en medio de la calle, revisando su bicicleta pinchada: “A ver si me pongo ahora con ello”. Félix da vueltas con la suya, una eléctrica: “Es que no puedo pedalear por la próstata”, bromea.
En San Juan de Torres, el fuego ya no amenaza, pero las conversaciones en la Calle Mayor mantienen vivo el recuerdo de unos días en los que el humo, la ceniza y la incertidumbre marcaron la vida del pueblo.